El camino es un lugar dificil para encontrar tierra solida donde parar
19 junio 2006
In loving memory
Amado X... Tan profundo dolor siento, tanto amor me queda por darte… Jamás entenderías como me siento. Has sido mi fuente de inspiración, mi felicidad, el eje sobre el cual giraba mi vida, y ahora te marchas. Me quedo sin fuerzas para afrontar todo lo que se me viene encima. Te he dado lo mejor de mi, y aún así sé que te marcharás. Perdona mi sinceridad pero dudo que jamás alguien te quiera como lo he hecho yo (y sigo haciendo). No sé muy bien el motivo de esta carta, jamás la leerás, nunca leíste nada de lo que te escribí... Mi alma vaga ahora buscando tu presencia y no la va a encontrar. Mi alma enloquece por segundos sabiendo que no estás. Quiero dejar de sentir y no puedo, me quema tu recuerdo. Pienso en tu mirada y el recelo de mi ser se agranda. Jamás fuiste mío, fuiste del aire que tú querías sentir. Pero yo fui y soy tuya, atada a tu voluntad y luchando por tu felicidad. Es tan triste y patética mi posición... sumisa a lo que digas por mi propia voluntad. Espero que al menos seas feliz y que mi sufrimiento no sea en vano. Pero sabes muy bien que con mi presencia no lograrás serlo, solo soy un estorbo, una vez más. Estoy tan cansada de todo... mi cuerpo se agota demasiado rápido... débil, frágil, estúpida, sumisa, loca, avergonzada... Nadie jamás será capaz de amarme, nunca más sentiré el amor tan cerca. Odio sentir que...
En una remota aldea de los confines del mundo, la vida estaba totalmente devaluada y desgastada. Ya ninguna mujer era pura y casta, todas tenian hijos muy jovenes y ya los hombres de allí no las valoraban como antaño. Esto era un fenomeno ciertamente comun que estaba afectando a las féminas de dicho poblado.
En eso había un muchacho joven que buscaba pareja estable, pero eso era algo imposible en la aldea, pues ninguna mujer era digna y todos se burlarían de el por casarse con una cualquiera. Así en sus cavilaciones se hallaba el muchacho cuando de pronto vió una mujer. Era la mujer mas hermosa que hubiera visto nunca. Parecía una ninfa. Era una diosa, olía a naturaleza, a río, a pureza. De pronto se le acercó y tímidamente habló.
- Hola, como te llamas? - Mateo - respondió encantado - y tú - Yo me llamo Alba - Que nombre mas hermoso... - Me lo pusieron mis padres... fue voluntad de alguien muy especial. Dice que Alba significa amanecer y pureza - Estoy encantando de conocerte - dijo el chico - eres hermosa - Tu eres muy apuesto tambien - le correspondió ella sonrojándose muy rápidamente - Bueno pero ahora te tengo que dejar, es tarde. - ¿Tarde? Pero si apenas son las cuatro! espera, no te marches - Volveré pronto.
Así la muchacha desapareció. Desde ese dia, Mateo supo que ella era la mujer indicada para ser su esposa. Todos los días se veían a la misma hora, pero misteriosamente, a las cuatro, decia que ya era tarde y tenía que regresar.
- Regresar? A donde? - A un lugar maravilloso... que por ahora no puedo revelar - Mientras mas misteriosa, mas hermosa
Ese dia ella le deposito un suave beso en los labios. Parecía como si quisiera decir adiós. Al día siguiente ella no acudió a la cita. Ni al siguiente, tampoco. Ni nunca mas fue a verla. Mateo nunca se casó, lamentando la perdida de Alba, esa mujer hermosa que lo habia conquistado tan de repente. Envenjeció, pero todos los dias iba a esperarla. Un dia, ella llegó. Seguía tan hermosa como siempre, solo que ahora su cabello era de un color platino.
- Mateo... volví... - Alba? eres real? - Shhh - dijo tocandole los labios con su dedo - No importa si soy real, lo importante es que tu me ves y me sientes - Si mi amor... - Sígueme.
Mateo la siguió hasta un lago que el no conocía, pues quedaba fuera del pueblo. Allí, ella se sumergió. Nadó, nado como una sirena, como un pez en el mar, y asi se desvaneció. Mateo gritó, asombrado. Nunca mas la volvió a ver. Pero desde entonces, cada tarde, iba al lago. Solo con pensar en ella, escuchaba su voz, su canto dulce. Por siempre, la llamó La Hija del Lago.
El olmo al borde del camino decidió dar peras. Desde antaño se sabía que el olmo, con sus hojas asimétricas, tenía mucho carácter y sólo dejaba de ser un arbusto cuando él lo decidía. Así que en el pueblo no extrañó demasiado cuando el olmo del camino presentase esa año rotundas peras pendiendo de sus ramas. Los viejos del lugar comentaban que cuando uno se acostumbra a ver llover ranas nada queda ya sorprendente. Sin embargo, coincidió que un botánico de la capital estaba esos días de turismo rural en una casa del pueblo con aire acondicionado, jacuzzi, televisión vía satélite e internet. En un principio creyó la posibilidad de una broma rústica, como esas que había oído contar de incendiar el pajar en los que una pareja intimaba o, más modernamente, despeñar el coche (lo moderno) en el que una pareja intimaba (lo eterno). Pero una inspección ocular en profundidad de las frondosidades del olmo, tronco, ramas, hojas, flores y yemas, descartó cualquier posible manipulación humana. Arrancó una rama como muestra de esa aberración de la naturaleza y la mandó analizar a un laboratorio de renombre d la ciudad. El resto de las vacaciones del botánico fueron un continuo ir y venir hasta donde el olmo estaba, sopesando las peras a dos manos para apreciar su crecimiento, para sonrojo de las beatas que pasaban camino de misa, y tomando fotos desde todos los ángulos posibles, incluso encaramándose al castaño que desde el otro lado del camino permitía una perspectiva aérea y, al romperse el asidero, una perspectiva a ras de suelo. Cuando ya no se esperaba, una mañana de calor canigular llegó la respuesta del laboratorio de la ciudad que el botánico leyó con avidez: "El olmo con peras del cual procede la muestra es la excepción que confirma la regla".
En mis melancólicas noches te nombro en un arrebato de alegrarlas, pero se tornan mas tristes aún cuando me doy cuenta de que amo lo que no tengo. Estás tú tan distante. Fijo mi vista al horizonte con la ilusión de que nuestras miradas se topen, pero la mía se pierde en un intento de búsqueda y eso me atormenta, y eso me duele. Siento que mis lágrimas acarician el atlas blanco de tu cuerpo, quiero descubir en él nuevos lugares y poseerlos; quiero perderme en él y no encontrar cabida para mi ser. Lloro porque siento tanto amor cuando estás tan lejos que mi alma explosiona en un intento de que los restos de la misma te alcancen. En mi cielo al crepúsculo eres como una nube y viven en ti mis infinitos sueños. Eres mío, eres mío, hombre de dulces versos que son como yo los quiero. Despiertas mis sentidos con un frágil suspiro, besas mi cuerpo de nácar, acaricias mi piel temblorosa y yo siento dentro de mí un volcán que está a punto de estallar. Quiero recorrerte en lentas y largas pasadas con mi temorosa lengua, quiero hacerte vibrar cada rincón de tu ser. Una mirada bastan, un beso basta... ¡pero dámelo! A veces van mis besos en esos grandes navíos, que corren por el mar hacia donde no llegan. Me pierdo en tus profundos ojos como los barcos en el mar, con la diferencia de que yo no quiero regresar. No quiero regresar del sabor de tus besos, del tacto de tus caricias, del olor de tu piel. Quiero perderme cual cervatillo se pierde en la espesa montaña. Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote. Amé desde hace tiempo tu cuerpo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela. Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos. Sólo grita mi nombre y galoparé a hombros del viento hasta tus versos. Sólo grita mi nombre y me escurriré entro los rayos del sol hasta tu cuerpo. ¡Pero grítalo! Grita con tal fuerza que incluso la ola mas amenazadora se vuelva rídicula y cándida. Grita con tal pasión que incluso yo te tenga miedo, y cuando te tema iré y me ovillaré entre tus brazos para que me protejas , para recordarte que una vez fui tuya. Y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza, déjame que me calle en ese silencio tuyo. Mi voz ávida busca el viento para tocar tu oido. Y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza, déjame que tus besos callen mi boca. Ese beso que tanto ansío robarte, ese beso que me duele no tenerlo, ese beso que me mata si no lo tengo, ese beso, ah, ese beso.
Puedo escribirte los versos mas dulces, las palabras mas sinceras, las verdades mas ocultas, pero nada conseguiría expresar lo que yo por ti siento.
Anoche me acosté a las 4 de la mañana pensando en mis cosas, en mi vida. Y no pude evitar ponerme a llorar como un bebé. Llené de lágrimas mis sábanas, mi almohada, mis mejillas, mis manos, mi corazón. Me sentía tan vacía, sola, abandonada, incomprendida, desesperada... como siempre. Lo peor fue pensar que si alguien entraba en mi habitación para preguntarme: ¿Por qué lloras? ... No habría sabido contestar. Nada hizo estallar lo que estaba sucediendo, nadie provocó con afiladas palabras lo que en mí surgía, pero no podía dejar de llorar. Entonces cerré mis ojos con fuerza, intentaba evitar que de ellos brotaran más agua salada. Imaginé que alguien me abrazaba, pero yo no sentía el calor de los brazos de nadie, no sentía las manos frotando mi espalda, no sentía otro cuerpo presionando el mío, no sentía nada, pero aquel abrazo ha sido el más sincero que me han dado nunca. Por unos momentos pensé que era mi madre quien me abrazaba, había abierto mi puerta, se había sentado en mi cama y sin hablar me había rodeado con sus brazos. Minutos después estaba en un garaje, había salido del cine con un amigo, un buen amigo, y le pedía un favor, le pedía un abrazo, y él me lo daba, y besó mi cabeza con cariño. Más tarde mi mente pensó que era una amiga quien me protegía, en un sofá de su casa, una noche tranquila se acurrucaba en mí hasta abrazarme, hasta sentir que me rodeaba. Luego solo sentí que me abrazaban pero ya no vi mas caras conocidas, volvía a estar sola, vacía, abandonada, incomprendida, desesperada... como siempre. Seguí llorando hasta que mis mejillas se quejaron dolorosas, hasta que saqué parte de mí fuera, hasta que me quedé dormida. Esta mañana seguía sintiéndome sola, pero al menos ya no lloraba, anoche gasté algunas de mis lágrimas y sólo espero que mi cuerpo tardé algún tiempo en volver a tener suficientes lágrimas como para hacerme estallar sin razón.