08 junio 2006

La hija del lago

En una remota aldea de los confines del mundo, la vida estaba totalmente devaluada y desgastada. Ya ninguna mujer era pura y casta, todas tenian hijos muy jovenes y ya los hombres de allí no las valoraban como antaño.
Esto era un fenomeno ciertamente comun que estaba afectando a las féminas de dicho poblado.

En eso había un muchacho joven que buscaba pareja estable, pero eso era algo imposible en la aldea, pues ninguna mujer era digna y todos se burlarían de el por casarse con una cualquiera. Así en sus cavilaciones se hallaba el muchacho cuando de pronto vió una mujer. Era la mujer mas hermosa que hubiera visto nunca. Parecía una ninfa. Era una diosa, olía a naturaleza, a río, a pureza. De pronto se le acercó y tímidamente habló.

- Hola, como te llamas?
- Mateo - respondió encantado - y tú
- Yo me llamo Alba
- Que nombre mas hermoso...
- Me lo pusieron mis padres... fue voluntad de alguien muy especial. Dice que Alba significa amanecer y pureza
- Estoy encantando de conocerte - dijo el chico - eres hermosa
- Tu eres muy apuesto tambien - le correspondió ella sonrojándose muy rápidamente - Bueno pero ahora te tengo que dejar, es tarde.
- ¿Tarde? Pero si apenas son las cuatro! espera, no te marches
- Volveré pronto.

Así la muchacha desapareció. Desde ese dia, Mateo supo que ella era la mujer indicada para ser su esposa. Todos los días se veían a la misma hora, pero misteriosamente, a las cuatro, decia que ya era tarde y tenía que regresar.

- Regresar? A donde?
- A un lugar maravilloso... que por ahora no puedo revelar
- Mientras mas misteriosa, mas hermosa

Ese dia ella le deposito un suave beso en los labios. Parecía como si quisiera decir adiós. Al día siguiente ella no acudió a la cita. Ni al siguiente, tampoco. Ni nunca mas fue a verla. Mateo nunca se casó, lamentando la perdida de Alba, esa mujer hermosa que lo habia conquistado tan de repente. Envenjeció, pero todos los dias iba a esperarla. Un dia, ella llegó. Seguía tan hermosa como siempre, solo que ahora su cabello era de un color platino.

- Mateo... volví...
- Alba? eres real?
- Shhh - dijo tocandole los labios con su dedo - No importa si soy real, lo importante es que tu me ves y me sientes
- Si mi amor...
- Sígueme.

Mateo la siguió hasta un lago que el no conocía, pues quedaba fuera del pueblo. Allí, ella se sumergió. Nadó, nado como una sirena, como un pez en el mar, y asi se desvaneció. Mateo gritó, asombrado. Nunca mas la volvió a ver. Pero desde entonces, cada tarde, iba al lago. Solo con pensar en ella, escuchaba su voz, su canto dulce. Por siempre, la llamó La Hija del Lago.

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