27 septiembre 2006

Me dirijo a ti

Hoy me dirijo a ti, porque me he sentido como tú. Quizá algo más tranquilo, algo más sabedor de que mi fin no iba a ser ese. Me dirijo a ti, que crees que nada tiene sentido, que eres un despojo, un ser despreciable, si no para el resto, si para ti. A ti que te crees el más desdichado de los seres que habitan la Tierra, a ti, que posiblemente lo seas. Estás desesperado, lo sé, estás tan cansado del aburrido quehacer, de deambular sin sentido por un mundo que no comprendes, un mundo que no te comprende. Tal es tu cansancio, tu agotamiento, que poner fin a tu duda, a tu vida, parece la mejor de las salidas.
Pero lo que tu no sabes es que eres alguien importante, que nada tiene sentido para la gran mayoría de la gente, pero sí para ti. Has nacido para ser alguien grande. Y no me refiero a un alto ejecutivo o a un gran político. Posiblemente también lo vayas a ser. Me refiero a alguien importante de verdad. Puede que hayas nacido para poner la mano en el hombro a un desconocido que desesperadamente busca apoyo, puede que seas aquel perfecto desconocido al que alguien esté dispuesto a pedir ayuda. Es posible que ni siquiera te des cuenta de tu extrema importancia. Incluso puede que tu aparente apatía para con el prójimo le salve la vida. Se que el mundo te parece algo hostil, y seguramente lo sea. Todos los sujetos que lo habitamos somos hostiles contigo y tu lo sientes y te defiendes de ello. Haciendo eso también puedes ser alguien grande. Puede que mañana estés discutiendo con tu vecina en la puerta de tu casa, o con un extraño en un parque, o con un compañero antes de salir del trabajo, pero date cuenta que esa discusión, ese retraso quizá consiga que tu vecina, ese desconocido, o tu compañero de trabajo crucen la calle tres, cuanto o un minuto más tarde de lo que el destino les tenía asignado. El cruel destino, que quería que al mismo tiempo el conductor de una furgoneta estuviese distraído y no frenase, el mismo destino que planeaba quitarles aquello que tú quieres quitarte a ti mismo. Será en ese momento, o en otro cualquiera en el que comprenderás tu importancia. ¿Acaso tus ganas de acabar con todo ignoran que puedes hacer que un niño no pierda a su padre? ¿Acaso tú tienes derecho a hacer que esa furgoneta arrebate a tu odiosa vecina el derecho de abrazar a sus nietos cuando estos nazcan? No lo tienes, y no lo tienes porque las personas importantes, como tú, se deben a su importancia. Sois elegidos, sois ángeles que Dios, exista o no, ha puesto en este mundo para dar sentido al caos. Reflexiona, dedica un segundo a pensar y comprenderás lo que en el fondo ya sabes, que eres alguien importante. Alguien destinado a cambiar el mundo, alguien que dé sentido a una vida que para muchos, como para ti hace unos minutos, carecía de importancia y siginificado. Piénsalo.
Te preguntarás quién soy para turbar tu mente aún más, quién soy yo para meterme en tus decisiones, quién soy yo para intentar hacerte ver que te conozco cuando no es así. Y esas preguntas tienen una fácil respuesta. Soy alguien importante.

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