28 noviembre 2005

cristales



Bloqueada. Me siento bloqueada. Tengo vida y aun así es como si lo viera todo desde fuera. Pasan las horas y el calor lo hace todo más pesado, el más mínimo movimiento me produce un agotamiento brutal. Aunque sospecho que estaba cansada desde hace tiempo.
Se me pasean las preocupaciones por el alma. Y realmente no me llegan. Es como si todo hubiese perdido su importancia. Echo de menos los tiempos en que era fácil hacer todo bien, en que un error sólo significaba un bofetón y un día sin tele. Ahora es más difícil, los pequeños berrinches se hacían más soportables que tener conciencia.
No me importa lo que nadie diga porque he llegado al punto donde entiendo muy bien que estoy sola, que al final sólo puedo contar conmigo. Y he dejado de escucharos a todos para poder escucharme a mí misma. Porque yo también tengo cosas importantes que decir, porque lo mío es mucho más constructivo, y porque además, mi voz es mucho más bonita.

Es real. Mi indiferencia es auténtica. Lo que más me asusta de todo es que así estoy bien. Disfruto cada segundo de mi soledad y poco a poco lo proyecto hacia el exterior hasta tal punto que me miro a los ojos al otro lado del espejo y sólo veo armonía.
A pesar de todo sigo agotada. No quiero oír absolutamente nada, no quiero pensar. No quiero que nadie, absolutamente nadie, me diga lo que tengo que hacer o cómo me debo sentir porque estoy al límite. Estoy al límite de estallar, recoger todas mis cosas e irme tan lejos como pueda. Durante mucho tiempo.
Yo amo la vida, por encima de todo. Por eso voy a empezar a apartarme de todas las cosas que no me aportan nada.
Rectifico.
De las cosas que YO considero que no me aportan nada.
De nada sirve lo que me digan, ahora sólo me sirvo yo, mi corazón y la sangre que corre por mis venas.

Sólo quiero cerrar los ojos y borrarlo todo de mi mente. Y no ver nada. Y no oír nada.
No quiero planes, ni teorías ni excusas. No he preguntado nada. No quiero respuestas.
No quiero culpables. Sólo quiero silencio.
Las cosas se empiezan con ganas, con alegría. Con ilusión. Y va pasando el tiempo y la confianza da miedo. Y va pasando el tiempo y la tristeza da asco.
Hasta que un día las lágrimas ya son agua, el agua se hace hielo, y el bloque se rompe en mil cristales...

22 noviembre 2005

bakalas

Los ven por la calle, en su portal, en su barrio. Cada vez son más y más los individuos que visten, se peinan, y lo que es peor, actúan como bakalas. La cosa se propaga, y a poco que nos distraigamos, vamos a ver como ese será el prototipo del español “joven” (término mal empleado últimamente) a ojos de estudiosos y sociólogos. ¿Es una plaga? Si, lo es.

La forma de vestir y de peinarse es lo más importante para ser un bakala oficial, porque, evidentemente, no existe un pensamiento bakala. Su única neurona no da para mucho más. Lo fundamental es uniformarse y vestir como hacer todos los demás, cualquier signo de originalidad está mal vista. Es decir, debe usted ser un clon. Ellos con camisetas de chillones colores, generalmente azul y pantalones ajustados que marquen paquete. En verano, se lleva el polo tipo granito de color suave, si es posible con la bandera española en algún bordado o en los bordes de la manga. Las chicas, con pantalones aun más ajustados que los chicos, y generalmente horribles tops de colores o con dibujos de muñecos haciendo “la peineta”, que diría Luis Aragonés.

Otro aspecto importante en los machos es el corte de pelo, ya saben, bien rapado, y en ocasiones con un estúpido mini tupe echado hacia atrás que les da ese característico aspecto de gilipollas congénitos. Y recuerden que todo bakala por defecto tiene unos marcados rasgos simiescos, potenciados por su peinado y esas fantásticas muecas chulescas que esbozan constantemente y que tanto nos asustan a todos. Del aspecto estético de las nenas, lo primero que se fija uno es en las tres capas de pintura Titanlux que llevan puestas, que les deja la cara como las paredes de un ambulatorio de la Seguridad Social.


Como hemos dicho, pensar no piensan –porque no pueden- pero si actúan de acuerdo a un patrón. Mirada por encima del hombro, andares de gallo o pavo real en su defecto, y leguaje a base de sonidos guturales e ininteligibles. Cuantos más hay juntos más gritan, y si en el grupo hay chicas, mucho más. Se detecta en las hembras del bakalaetus unineuronae (nombre científico) un lenguaje soez en exceso. Pero muy en exceso. Se dirigen unas o otras con expresiones como “hey puta”, “so zorra”, etc., y tienen un exagerado gusto por el fútbol y sus deribados.


De sus costumbres, que decir. Vegetar durante la semana muertos de asco en la frutería, el súper o el instituto hasta que llega el “finde”, cuando se van doce horas diarias a una discoteca ya saben con que intelectuales fines. No entraremos demasiado en la música que escuchan, porque de ello hemos tratado en infinidad de ocasiones: las chicas y los especimenes más moñas escuchan pachanga veraniega y recopilatorios tipo “Papparazzi mix”, y los más chungos oyen cosas que suenan igualito que una máquina tuneladora del Metro de Madrid o un martillo neumático. Recuerden que fuera de la disco, convierten sus propios vehículos en salas de audición, pero no para ellos, sino para los viandantes, gracias a esa figura ya clásica de la circulación paleta en que se ha convertido el bakala con la ventanilla bajada.


Lamentablemente, este comportamiento no es pasajero, ni fruto de la edad. Cuando el bakala crece, sigue con su actitud, pero ya con un gesto más adulto, o eso creen. Ellos empiezan a cultivar su cuerpo y su coche, mientras que las féminas más afortunadas deciden estudiar una carrera, pero no por interés propio, sino porque “algo hay que estudiar” (sic)


Como decíamos al inicio, el bakala está aceptado y consolidado socialmente. Y ahí está el quid del asunto. A un hombre de cincuenta años, padre de familia, no le escandalizan sus dos hijos bakalas, ni la música que escuchan, que según él “es lo mismo que los guateques de su tiempo, pero actualizado”. En el mundo laboral, exactamente igual, se les acepta con normalidad, aunque no sepan hacer la “o” con un duro. Sin embargo, el chaval un poco punki, el siniestro o alguien que tengo el pelo largo o una barba incipiente, sufre las miradas recelosas y las coacciones de jefes y compañeros por su aspecto.


Termina aquí este somero repaso de esta forma de vida unicelular. De todos modos no podemos analizar el comportamiento del bakalaetus adulto porque estamos ante una especie joven y desgraciadamente en peligro de propagación. Y lo que es peor, sin que los demás podamos hacer nada para impedirlo.