Belleza
Caminaba por aquel callejón oscuro, siempre lleno de prostitutas, ladrones y demás seres de la noche... Podría haber escogido el otro camino, el largo, pero esa noche algo quiso que Robert cogiese aquel camino. Quizá fueron las prisas por ver a su amada Dana, o la niebla que le impedia ver más allá de su propia nariz...
La cuestión es que allí estaba él, un chico de 27 años, alto y atractivo (sobretodo por su aspecto de burgués adinerado) caminando por un burdel ambulante con miles de mujeres ansiosas por seducirle y poder así, subsistir en el duro Londres. Los ladrones en cambio, ya estaban demasiado borrachos a esa hora como para prestar atención y se concentraban en contar lo que ese día habían "ganado".
Robert llegaba ya hacia al final de la calle cuando entre la niebla se difuminó una extraña silueta. Parecía una mujer... Llevaba una capa de terciopelo rojo que le cubría todo el rostro, menos los labios, unos labios rojos que seducían y atraían. Él supo muy bien que no era una prostituta, su aura desprendía sensualidad, pero también una elegancia innata que se ensalzaba con su cabello rubio y rizado. Robert se quedó embobado y en dos segundos, la silueta se perdió. No podia ser... era imposible que aquello hubiese sucedido.
Robert salió corriendo y llegó a su casa asfixiado. Dana le esperaba inquieta y con su posado inigualablemente dulce. Esa noche no consiguió dormir.
Al día siguiente volvió a coger el mismo camino, deseaba ver el rostro de aquella mujer, era una necesidad. El callejón seguia igual: las mismas prositutas, los mismos ladrones contando "su" dinero... Y llegó al fin hasta el sitio donde la encontró. Y allí estaba ella, que se acercó. Robert sintió como su alma se excitaba y su cuerpo deseaba tocarla, pero fue ella la que lo tocó, su mano suave acarició su cara.
Y entonces fue cuando le vio... Sus ojos eran completamente blancos... y la empujó hacíendola caer en el suelo embarrado.
Robert salió corriendo... deseó no haberse acercado jamás a esa mujer, su crueldad surgió desde un rincón inhóspito de su alma y se apoderó de su ser...
Al llegar a su casa cerró la puerta con fuerza y fue a ver a Dana... Vio su cabeza que se asomaba por encima del sillón, le llamó pero nadie contestó. Cruzó el salón hasta que estubo en frente de ella.
Dana no tenia ojos, se los habían arrancado y de su cara caía aún sangre...
Robert no pudo creer lo que veía y caió al suelo, donde encontró una nota:
“La belleza reside en el alma de aquellos que consiguen ver sin ojos... Más allá de la luz existe una oscuridad eterna e infinita que arrastra al débil y lo convierte en su siervo y mata al fuerte de tristeza.”
La cuestión es que allí estaba él, un chico de 27 años, alto y atractivo (sobretodo por su aspecto de burgués adinerado) caminando por un burdel ambulante con miles de mujeres ansiosas por seducirle y poder así, subsistir en el duro Londres. Los ladrones en cambio, ya estaban demasiado borrachos a esa hora como para prestar atención y se concentraban en contar lo que ese día habían "ganado".
Robert llegaba ya hacia al final de la calle cuando entre la niebla se difuminó una extraña silueta. Parecía una mujer... Llevaba una capa de terciopelo rojo que le cubría todo el rostro, menos los labios, unos labios rojos que seducían y atraían. Él supo muy bien que no era una prostituta, su aura desprendía sensualidad, pero también una elegancia innata que se ensalzaba con su cabello rubio y rizado. Robert se quedó embobado y en dos segundos, la silueta se perdió. No podia ser... era imposible que aquello hubiese sucedido.
Robert salió corriendo y llegó a su casa asfixiado. Dana le esperaba inquieta y con su posado inigualablemente dulce. Esa noche no consiguió dormir.
Al día siguiente volvió a coger el mismo camino, deseaba ver el rostro de aquella mujer, era una necesidad. El callejón seguia igual: las mismas prositutas, los mismos ladrones contando "su" dinero... Y llegó al fin hasta el sitio donde la encontró. Y allí estaba ella, que se acercó. Robert sintió como su alma se excitaba y su cuerpo deseaba tocarla, pero fue ella la que lo tocó, su mano suave acarició su cara.
Y entonces fue cuando le vio... Sus ojos eran completamente blancos... y la empujó hacíendola caer en el suelo embarrado.
Robert salió corriendo... deseó no haberse acercado jamás a esa mujer, su crueldad surgió desde un rincón inhóspito de su alma y se apoderó de su ser...
Al llegar a su casa cerró la puerta con fuerza y fue a ver a Dana... Vio su cabeza que se asomaba por encima del sillón, le llamó pero nadie contestó. Cruzó el salón hasta que estubo en frente de ella.
Dana no tenia ojos, se los habían arrancado y de su cara caía aún sangre...
Robert no pudo creer lo que veía y caió al suelo, donde encontró una nota:
“La belleza reside en el alma de aquellos que consiguen ver sin ojos... Más allá de la luz existe una oscuridad eterna e infinita que arrastra al débil y lo convierte en su siervo y mata al fuerte de tristeza.”
hola mi niña!
siento no haberte escrito antes...es una mierda tener examenens y mas dejarlos para un viernes porque estas toda la semana nerviosa y bloqueada.
Me a gustado las dos historias aunque mas la ultima que as escrito,es muy bonita!
ya te queda poquito para todo asique mucho animo y buena suerte!besitos,sistr!
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