Mariposa nocturna
Sentado bajo la esperanza desafío al anochecer
Tomo consejos sabios junto a mi café
Halo una de mis plumas y escribó mis memorias…
Tomo consejos sabios junto a mi café
Halo una de mis plumas y escribó mis memorias…
Erase una vez un corazón que volaba dibujado en las alas de una mariposa nocturna. Un corazón que se abrigo en un capullo de seda plateada y que fue incubado por las caricias regaladas que brotaban de los deditos de una niña hada.
Maldición! –gritaron las brujas–
Diferente –lo nombraron los eruditos–
Castigo divino –pensaron los sacerdotes–
Lo cierto es que era un corazón sensible, que se hacia translucido cuando las alas de la mariposa se mojaban, un corazón simple que se escondía en el oscuro de aquel extraño insecto, y cuando este se posaba cerca a los colores de alguna flor, en reverencia ante la belleza, la mariposa cerraba sus alas y tímida las abría para dejar notar el corazón que en el oscuro púrpura se escondía.
La mariposa era negra, de un ébano lustroso que confundía su vuelo entre la noche, dejando ver sólo un corazón volátil en el oscuro imperecedero. Sus antenas eran retorcidas, como cadenas de condena y colgaban como péndulos de un reloj en el viento; sus ojos saltones ávidos de luz, dejaban saber que ella aún en su ceguera, deslumbraba un horizonte distinto a los que otras mariposas podrían ver como realidad.
Su cuerpo piloso, era como si estuviera cubierto de cuero y púas que se alzaban amenazantes ante cualquiera que quisiera llegar al corazón que ella resguardaba entre sus alas. Aparentaban púas de acero, pero eran solo filamentos largos que nacían de su piel, como la larga cabellera negra de los bohemios amantes de la luna o a la usanza de los caballeros que morían dentro de sus armaduras. Así también su cubierta, era como de becerros sacrificados a dioses paganos, pero sólo era la piel de una mariposa inocente que vagaba en la oscuridad de la noche.
Una mañana, cualquier mañana, no importa cual. Dos mariposas diurnas de espectaculares colores, comentaban sobre el vuelo torpe de la mariposa negra, que albergaba el corazón tatuado en sus alas, y en los primeros murmullos del día esto fue lo que se escucho:
¡Mira que fea es! Es tan ciega que no puede ver lo bello de este amanecer. Y aunque tiene un corazón tatuado, de nada le vale por que nadie lo puede ver en la oscuridad donde habita.
Con esas palabras hirientes retumbando en su cabeza, emprendió el vuelo de regreso, pero nuestra amiga no viajaba sola, la acompañaba el corazón sencillo tatuado en sus alas y lágrimas contenidas por el dolor que ella sentía al sentirse diferente.
Y esa mañana, llena de dolor y cansancio, no llegó a esconderse bajo las hojas secas que le servían de hogar, si no que extenuada en su vuelo se posó sobre una estatua que adornaba el cementerio. Ahí sobre el frió brazo del personaje de cemento que engalanaba una cripta, ella quebró en llanto por el solo hecho de sentirse diferente o tal vez fueron esos comentarios la gota que rebasó el baso que acumulaba sus lágrimas. Y por primera vez sintió el latido del corazón tatuado en sus alas y una suave voz que nacía de ese mismo latido, una voz que no preguntaba, ni decía, era una voz que se hacia melodía y cantaba para su alma. Poco a poco ella se calló, y la voz la arrulló; sus ojos saltones, cansados y dañados por el sol recién nacido la llevaron a esconderse al pequeño mausoleo que la estatua ornamentaba y ahí, sobre unas flores muertas dejo caer sus alas y su cansancio.
Pronto el sol cubrió el cementerio y la bóveda de muerte se cubrió de sombras y ella pudo sentirse como pez en el agua y pudo leer los versos que la lapida de mármol contaba:
Ven búscame como mariposa nocturna y revolotea sobre las flores secas que adornan mi cripta.
El corazón tatuado, al leer la lapida sobresaltó de las alas y se dió cuenta que era la misma inscripción que tenía aquella que cubrió el cuerpo donde ella habito y sus lagrimas brotaron como el néctar de una amarga flor. Había vuelto a casa, había encontrado su principio, su triste recuerdo. Y tanto fue su amargura que la mariposa abrió sus alas por el peso del dolor y dejo suelto al corazón para que pudiera volar como ella le había enseñado, libre en medio de la oscuridad… Y ella flotó meditando en voz alta:
Los ojos de aquel ser ya no eran mas la chispa alegre que yo encendía, ahora eran polvo, solo recuerdos que dolían como enredadera de espinas que se abraza terca a la herida. Y sus labios, aquellos pequeños, que sembraron tanto besos y comulgaron con tantos te amo, ya resecos de pasión, habían muerto junto al silencio de su voz que en el eco de su memoria dibujaba el nombre de su amada, a quien hace tanto tiempo le dedicó versos desde el dolor de su alma y la fuente de su soledad.
Aquel corazón alado, flameaba sobre su recuerdo y como magia de luna, de ella llovía roció de jazmines, como lágrimas de olvido, como perlas negras que morían sobre las flores secas que bañaban el aroma añejo de ese momento.
La oscura bóveda con aroma a muerte se lleno de paz y el corazón volátil en medio de su llanto aprendió a elevar una plegaria usando el silencio de la alquimia en el alma y rogó con toda la desesperación que de ella brotaba:
Arquitecto del Universo, si tú me dejas volver a latir, pompearé savia de sueños a los cuerpos marchitos de esperanza.
Y dicen las almas y los cuentos de las brujas, que de la estatua de concreto que custodiaba la cripta, se descongelo como el hielo en primavera.
Y dicen los duendes, y cuentan los tallados en los árboles secos del cementerio, que de aquella estatua nacieron alas, como las alas de la mariposa, púrpuras y oscuras, pero bellas con el mismo corazón tatuado.
Y dicen las leyendas de mi abuela y cuento yo, que yacía en aquella tumba.
Que de esa mariposa y de ese corazón, nació un ángel, que el Creador llamo Azul.
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