28 marzo 2006

La muñeca

Metió todos sus recuerdos en un pequeño cajón, donde también estaban metidas sus preciosas muñecas de porcelana. Cada muñeca tenia algo característico, algo que la hacía única y especial. Su casi enfermizo rostro, aquellos ojos que eran capaces de atravesar el alma de aquel que los mirase más de dos segundos, aquellos cabellos perfectamente peinados de tantos colores distintos, aquellas redondas pero estilizadas caras, sus preciosos vestidos confeccionados cual delicado traje de novia...
María tenía docenas de esas impactantes muñecas. Desde que su madre murió su padre no había parado de regalarle muñecas. Muñecas que no llenaban el hueco inmenso que su madre había dejado, pero que si se convertían en el cobijo de aquella niña de tan solo diez años. Su madre había muerto hacia ya tres años, y desde entonces ella había dejado de relacionarse con los demás niños, hasta con su padre. El único contacto que ejercía con el supuesto mundo exterior eran aquellas muñecas, con las que hablaba, lloraba y hasta amaba.
Mientras tanto su padre se pasaba todas las horas del día trabajando, dejando así a la niña al cuidado del servicio. Servicio que no se encargaba del cuidado emocional de la niña, que estaba gravemente dañado.
La niña vivía y moría para las muñecas, su única pasión.
Un frío día de invierno, la niña estaba en su habitación, jugando con Lucy, su muñeca favorita. Lucy tenia el pelo pelirrojo, ojos de color fuego y labios intensamente rojos, tan intensos que parecían negros. Sus perfectos rizos estaban recogidos en dos colas y su vestido era de color púrpura con una puntilla blanca delicadamente fabricada. Aquel día, estaba Maria abrazada a su tierna pero misteriosa Lucy hasta que algo mas entro en la habitación... Era Lucy:
-María, las muñecas te esperamos. Eres tierna y bella. Debes ser una de nosotras... Tan solo debes enfriar tu alma y tu precioso rostro, y nosotras te iremos a buscar.

Y María, pensando como podía helar su alma y su rostro fue hacia el jardín de su casa, que estaba completamente abarrotado de nieve. Y allí se tumbo...

Horas mas tarde la dama llego y encontró a la niña en el suelo, con la cara completamente blanca, y le tomó el pulso... Pero nada se pudo hacer...

Y desde entonces en la tienda de muñecas hay una mas, la más preciosa de todas... Sus cabellos dorados cual rayo de sol, esos ojos verdes que se podrían comparar a la hoja de trébol y ese rostro... Ese rostro que refleja un alma vacía, perdida para siempre en el cielo de las muñecas...

Blogger Diana said...

que historia mas bonita sister!
Es bastante triste pero es preciosa.Ultimamente escribes muxo eh?y eso que no puedes...
Na,solo dcirte q gasias por los toques que me das en clase!sin ellos me dormiria...
Muxos besos y deseame suerte pa el examen de mañana!
tk!

28 marzo, 2006 22:12  

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