12 febrero 2006

El valor de la amistad

Three cheers fos sweet revenge

Aquella tarde había sido horrorosa, habíamos tenido la discusión más fuerte que podíamos imaginar. ¿Por qué había sucedido aquello? Una tontería, como siempre, pero había desencadenado una serie de acontecimientos de los cuales no me sentía nada satisfecha.
Por eso, allí estaba, sentada en un banco del parque observando a las personas que pasaban. Parejas de enamorados cogidos de la mano demostrándose su amor, grupos de amigos gritando y riendo contentos. Todos orgullosos de su vida perfecta, mientras que yo, sentada ahí, ajena a todo aquello les prestaba un momento de mi atención.
Entonces llegó ella, la única persona que en aquellos momentos me comprendía. Se sentó a mi lado y me miro con sus ojos profundos, analizando la expresión de mi rostro. Mostró una triste sonrisa y me agarró fuerte la mano. Así me transmitió todo su carió y en un suave susurro se atrevió a murmurar:
- Cuéntamelo todo.
Y me obligué a mi misma a recordar. Estaba de nuevo en aquella habitación, la planta de arriba de un bar sin nombre, con apenas cuatro personas que no trataban de detenernos. El ambiente ya estaba caldeado, llevábamos días con aquella discusión pero ese día era en el que se decidiría el desenlace de aquella historia.
Todo por aquella tontería, un error cometido, no tenía ni pies ni cabeza sin embargo continuábamos con ello y yo no llegaba a comprender cómo habíamos llegado a esos límites. Al principio conversábamos, yo algo nerviosa y molesta, ella con su tono irónico que tanto odiaba negando todo lo que yo decía.
El tono de nuestras voces fue aumentando considerablemente hasta que ahogamos el sonido de la música. Cada palabra que decíamos era peor que la anterior, una puñalada más que nos desgarraba por dentro sin poder remediarlo, rompiendo más los corazones de ambas, hasta que sólo nos quedaron fuerzas para recoger los pedazos del suelo.
La garganta comenzó a dolerme de gritar, los oídos nos pitaban a ambas, produciendo un dolor inaguantable. Cesamos los gritos, pero no acabamos con la cosa, necesitábamos liberarnos y continuamos con una cosa peor. Su bofetada resonó en aquel silencio en el que nos encontrábamos y así se desencadenó la pelea. No éramos agresivas, tan solo descargábamos nuestra furia, sin embargo, no nos sentíamos precisamente bien.
Sentíamos rabia, dolor, tristeza, un amargo sabor en la boca que pretendíamos quitar luchando y que pese a todo no nos abandonaba. La rabia desapareció pronto, sin embargo otros sentimientos se acentuaron haciéndome caer en el más profundo de los hoyos, dentro del cual no me era posible encontrar la salida. Apoyada contra la pared, mirándonos la una a la otra hasta que me cogieron del brazo y me llevaron lejos del lugar para que terminara con aquello.
Era cierto que me había defendido, sin embargo no había tenido la fuerza moral suficiente como para resolver mis diferencias de aquel modo. Hacía tiempo que había dejado la violencia de lado y aunque a veces fuera un método efectivo de descargar tu furia, nunca era el más aconsejado.
Volví al presente. De nuevo sentada en aquel banco en su compañía. Su mano permanecía sobre la mía y tan solo la levantó un momento para secarme una lágrima que caía sobre mi rostro humedeciéndolo y reflejando algún recuerdo de amor hacia ella que quedaba en mí.
No merecía la pena llorar.
Pero una gran pena se cernía sobre mi alma, una presión me oprimía el pecho y no era capaz de respirar, aquella soledad innecesaria que sentía. No estaba sola y lo sabía, pero el dolor de la persona era grande y se hacia notar, la herida dentro de mí permanecía abierta y se derramaban gotas de sangre en cada pizca se sufrimiento. Pero así eran las cosas y no iba a ser yo quién intentara cambiarlas.
Me habían vuelto a traicionar. Otra vez había dado todo lo que tenía dentro y no habían esperado mucho a apuñalarme por detrás. Me sentía mal, era cierto, pero aquellas cosas servían para conocer mejor a las personas y yo acababa de aprender otra cosa más sobre el mundo, sin embargo no quería.
No había querido crecer. Descubrí muy joven que el mundo no era de color de rosa y no quería tener que revivirlo cada año. ¿A caso era el error mío? ¿Significaba eso que estaba para que me traicionaran? No se puede dejar de amar sólo por el miedo a sufrir. No puedes renunciar a querer y confiar sólo porque luego te puedan traicionar, la vida es tan solo un camino, de ti depende cómo vivirlo. Tienes cosas buenas y cosas malas, eres tú el que debes de decidir se merece la pena vivir por las buenas o perecer por las malas.
El mundo es duro y poca gente se atreve a reconocerlo. Esas cosas me enseñaban y pese a que sabía que no sería la primera ni la última perdida, no iba a dejar de lado a la gente sólo por el miedo al sufrimiento. No estaba dispuesta a no enamorarme sólo por si no era correspondido, el miedo al rechazo es grande, sí, pero no lo suficiente.
Son tristes mis sentimientos. Aún siento reciente la perdida, no he tenido tiempo para reflexionar sobre ello, sin embargo pese a haber aprendido la lección sé que volveré a caer como caemos todos.
- ¿Te encuentras bien?- me preguntó dulcemente.
- Sí… Tan solo pensaba…
- No le des más vueltas… no merece la pena.
- Lo sé. Gracias.
La única idea que rondaba en aquellos momentos por mi cabeza era si iba a realizar una venganza. Las venganzas eran dulces, pero ya había tenido la oportunidad de odiar, de sentir rencor, un cúmulo de sentimientos agudizados en el periodo de un año. Me sentiría liberada, a gusto, pero para mí no había mejor venganza que ignorar todo aquello, continuar con mi vida y no volver a confiar en las personas que me había hecho eso.
Si algún día, todos nos diéramos cuenta de nuestros errores cometidos quizá todo sería más fácil, sin embargo nadie llega a admitir los fallos, los actos incorrectos en nuestro comportamiento. No somos nadie para decir cómo deben actuar los demás, es su labor el afrontarlo, lo único que nos queda es saber esperar.
- Ha sido un duro golpe.
- No me lo esperaba.
- Somos impredecibles.
- Simplemente somos humanos.
Cometíamos fallos. ¿Y qué? No éramos perfectos, no podemos vivir nuestra vida sin ningún infortunio, tanta monotonía acabaría con nosotros. El problema en sí no estaba en el error cometido sino en que no nos atrevíamos a afrontarlo y a admitir que lo habíamos cometido. Ese era el primer paso para una mejor vida, pero estas palabras llegaban a poca gente y de esa poca no todas lo entendían. ¿A caso era tan difícil de entender? Nunca es malo pedir perdón y darse cuenta de los errores cometidos, pero debías tener cuidado no fuese demasiado tarde para decirlo.
Abandonamos nuestro puesto en el banco. Ya habíamos hablado bastante sobre el tema y en ocasiones no nos hacían falta palabras para hacerlo. Los silencios eternos entre nosotros no eran incómodos, sino todo lo contrarío, nos expresábamos con ellos y nos encontrábamos a nosotras mismas en la profundidad que creaban a su alrededor.
- Ya es hora de irnos.
- Sí… pero…
- No vaciles ahora… Debes hacerlo por tu bien.
- Sí.
- Sólo será un momento.
Me llevo hasta aquella habitación, afrontar la verdad, que nada volvería ya a ser como antes, que aún no estaba decidido que camino estaba destinada a seguir, se trataba sólo de una decisión mía. Decidir como iba a vivir mi vida a partir de aquel momento. Si caería de nuevo, si permanecería en el suelo, si me levantaría y lucharía de nuevo hasta la próxima. Nadie sabía lo que me deparaba y sólo yo era capaz de dirigir mi camino, era dueña de mi destino y no iba a dejar que nadie me arrebatara ese privilegio.
Llegué al pie de aquella ventana, daba a la calle, la ventana de las oportunidades perdidas, de las esperanzas rotas y de los sueños inalcanzables que luchábamos para conseguir, de los amores platónicos que nunca conocerían nuestros sentimientos, eso encontraba yo allí. La ventana abierta a un mundo nuevo al alcance de nuestra mano, sólo teníamos que esforzarnos.
La mire decidida. Era capaz de hacerlo, cogerlo todo y abandonarme por completo para volver a empezar. Todo permanecería en mi memoria, sin embargo esos sentimientos guardados no volverían a aflorar a no ser que el más sentido lo siento les llamara, mi decisión estaba tomada y era la hora marcada para despertar.
- Salta- dijo ella con firmeza.
Y salte.
Salté por aquella ventana, toqué aquel mundo de posibilidades, aquellas fantasías que todos teníamos, los deseos incumplidos, rocé todo aquello para luego caer en picado y abandonarme a todo. Cerré los ojos y dejé que el tiempo pasase.
Me detuve.
Un grupo de personas me había cogido. Reconocí sus caras, todos mis amigos estaba ahí para demostrarme lo que yo significaba para cada uno de ellos. Ayudándome a levantarme, a afrontar mis problemas, a ayudarme con mis debilidades, ellos que estaban en los malos momentos, y que no me iban a abandonar por el momento.
Me pusieron en pie de nuevo y entonces fije mi mirada con la suya. Ella que tan bien me comprendía, que tan bien sabía lo que yo estaba sintiendo, nuestras mentes se cruzaron y ella no pudo expresarse mejor en aquel momento.
- Bienvenida a la vida.

FIN

Blogger Diana said...

cuando me la distes me gusto muxo tata,pero no se de donde sacas estas istorias....lo unico malo esque no sabes ni porque las dos xicas se enfadaron o se pegaron o vamos..que queda un poco confuso todo pero esta mu bien.Ers una buena escritora
Muxos besos

13 febrero, 2006 14:52  
Anonymous Anónimo said...

En días apresurados como los de estos años, se agradece esta frescura literaria de gran calidad. Mis felicitaciones a Duara.

27 febrero, 2006 14:12  
Blogger Duara said...

muchas gracias mireia, espero que sigas pasando por el blog y que te guste lo que escribo.

28 febrero, 2006 13:10  

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