04 diciembre 2005

viento



No puedo dormir. Llevo media vida mirando al techo. Esperando que se cierren mis ojos. Pensando sin descanso cómo sería todo si yo no estuviese aquí.
Igual.
Me temo que todo sería igual. Y me alegro por vosotros.

No tenéis que hablar para comunicaros conmigo. Las cosas se perciben. Yo percibo la alegría, la emoción y la tristeza. Con eso me sobra.
No es muy difícil, lo he puesto en práctica y no es muy difícil huir del dolor, y acercarse a las cosas que me dan calor. Yo busco una sonrisa con cada cosa que me sucede, sino, sabré que no ha merecido la pena.
Está todo ahí, dentro, y somos casi transparentes, qué remedio.

Vivo en un castillo de tres torres guardado por dragones con afilados colmillos donde todo es oscuro. No tengo corazón.
Aunque a menudo me paseo por la orilla y construyo nubes con la espuma del mar, eso sí, que no se entere nadie. ¿Duermes conmigo?

Todavía dudo. A veces no recuerdo que ya he crecido y que me han pasado todas esas cosas, que lo he aguantado todo. Que ya soy libre. Y que no tengo que parecer fuerte para serlo. Que mi sensibilidad es precisamente mi mejor arma. Y que la debilidad es justo lo que hacen los demás. No tengo ningún problema en admitir, que realmente no cambiaría nada de mí porque lo echaría todo a perder. Llevo 17 años guardando mi equilibrio, recogiendo de todo lo que veo y de todo lo que escucho sólo aquello que me hace sonreír y ahora estoy llena de alegría. Yo no soy nada, yo no quiero ser nada. Pero llevo conmigo todas las ilusiones.

Emito destellos. Eso es todo. Creo que he cercado mi intimidad, siempre he sido muy territorial y ahora más que nunca.
No esquivo las cosas, directamente paso por encima de ellas.
Soy capaz de olvidarme de mí. Eso lo sé, sé que puedo entregarme en cuerpo y alma a quien lo merezca, no me siento invadida, ni mucho menos, me siento completa.
Sé que puedo querer, que lo daría todo por amor. Qué le voy a hacer, crecí en un mundo infinito, donde da tiempo a todo y todo es poco. Donde todo sucede en su momento. No conozco límites porque nunca los impongo.
Para mí todo vale. No hay reglas porque esto no es un juego. Sólo tengo que mirar dentro de mi corazón para ver lo que está bien. No hay que ser muy inteligente, ni una persona maravillosa llena de virtudes para saber distinguir.
El rojo no es azul, y el verde no es amarillo. El mundo no es blanco, y mi mundo no es negro.
Por eso de vez en cuando despliego mis alitas y cambio de lugar. De aires.
Extiendo mi denso plumaje y voy donde siempre.
Donde me lleve el viento.

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